INSTITUTO CULTURAL DE LEÓN
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Experiencias plasmadas en papel

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En la categoría de cuento corto de los Premios de Literatura, Iván Medina fue reconocido con mención honorífica.

“… Lo único que puede parar a la escritura sería la muerte, de lo contrario, puedes seguir imaginando y creando”.

Te presentamos a Iván Medina, mención honorífica en la categoría de cuento corto de los Premios de Literatura León 2022 y autor de los libros: En cualquier lugar fuera de este mundo (CONACULTA 2012), Más frío que la muerte (UAM 2017) y Lugares Ajenos (BUAP 2020), además es autor de varios textos y colaboraciones en revistas como Granuja y la revista de la Universidad Autónoma de México. Iván es un artista multifacético que goza de la recopilación de conocimiento e información de su entorno.

RCA: Iván, ¿Qué te motiva a escribir actualmente?

Es diverso, no hay una sola respuesta, me motiva el expresar mi descontento, experiencias, enojos, satisfacciones y alegrías. No hay algo en particular (…) Escribo de acuerdo con lo que siento y lo que me llegue en ese momento de sentarme a escribir.

RCA: ¿Cómo fueron tus inicios como autor ?

Nació como algo fortuito. Me gusta mucho la música y por años me he dedicado a ella. Cuando estaba estudiando la carrera en Ejecución de Guitarra, para los sones escribía la décima espinela (una composición poética española muy arcaica), ahí fue donde comencé a escribir pero con la intención de recitar al momento de hacer fandangos.

(También) Mientras estudiaba otra carrera se abre una convocatoria intercampus de literatura, ya tenía reparadas algunas décimas y las mandé, para mi sorpresa gané el primer lugar en poesía. Posteriormente, me entero de una convocatoria de la Revista Opción, mando una pequeña crónica y me lo publican, entonces me di cuenta que tenía algo que decir.

RCA:¿Qué es lo que te llevó a ser artista?

Decir artista es un concepto muy amplio. Yo ya componía, tocaba música y había participado en eventos musicales. En el ramo de la fotografía había obtenido algunos premios. Ahora que me estás preguntando, podría decir que era un artista por mi participación en la música y la fotografía, pero llegó con mayor fuerza la literatura para poder consolidarme como uno.

RCA: ¿Te ha costado trabajo consolidarte?, ¿a qué retos te has enfrentado?

Es un problema el darte a conocer y vivir de eso. Me acaba de llegar un correo de una revista de Ciudad Juárez, me habían elegido un cuento y me acaban de decir que ya no me van a publicar porque ya está publicado en otro lugar. En los concursos es diferente, porque ahí sí estoy de acuerdo que las obras sean inéditas (aunque) también es importante mencionar que necesitas de las revistas para darte a conocer. Otro problema ha sido llegar a las editoriales, generalmente no te publican porque buscan autores de peso.

RCA: ¿Qué temas y autores te han inspirado?

La lectura es muy importante, sin embargo, estoy más con la idea de Vygotsky y de Bajtín, que hablan más de la cuestión de la experiencia. La experiencia sobre la lectura. En cuanto a las temáticas que trabajo, son diversas. Estudié Relaciones Internacionales, hay un sinfín de asuntos con tintes políticos y sociales que afectan a la comunidad y de los que me inspiro. También la música tiene mucho que ver, yo creo que eso me ayudó a escribir de una manera diferente a una formación literaria.

RCA:¿Cuál fue tu sentir al saberte parte de los Premios de Literatura León 2022 ?

Fue de alegría, sorpresa y satisfacción, de sentirme reconocido ante mi labor literaria.

RCA: ¿De qué va tu obra y qué necesidad satisface para ti como artista?

Almendra surge de la intención de querer honrar la existencia de uno de los lugares míticos de la Ciudad de México, el Salón México. Construir una nostalgia de ese momento pasado que está ligado con la música y sobre todo con las intertextualidades, con el danzón y la obra de José Revueltas. Yo quería honrar tanto la música del danzón como al Salón México. Y así surgió, de repente reunes las ideas, lo cocinas en tu mente hasta que algo detona.

RCA: ¿Qué representa para ti presentar tu pieza en Fenal 33?

Es una satisfacción muy grata. Me siento honrado que reconozcan mi labor literaria. Además, siendo un estudiante del Doctorado en Literatura de la Universidad de Guanajuato, me siento con doble orgullo y me da los incentivos para seguir escribiendo y conocer a los nuevos escritores.

RCA: Una pregunta extra para terminar ¿En qué estás trabajando actualmente?

Estoy en espera de algunos dictámenes, tengo material de dos libros, espero sea positivo cualquiera de los dos son dos obras diferentes. Tengo algunas ideas que se están cocinando, pero insisto, este reconocimiento me da nuevos bríos para seguir creando y seguir. Yo creo que esto lo único que lo puede parar sería la muerte, de lo contrario, puedes seguir imaginando y creando todo con base a la imaginación y tus propios límites.

Schack

(Fragmento)

El ajedrez no es como la vida…

Es la vida. Justo como el teatro.

Fernando Arrabal

A Robert Fischer

Seguido me veía ante mi contrincante observando el tablero. Yo jugaba con las piezas negras, aunque siempre opté por las blancas. Sus movimientos daban prueba de un arte tan exacto igual al del músico o el del pintor, donde todo cambia, los colores, las densidades, hasta el ritmo del aliento, y donde nos encontramos con la muerte o lo divino. Cuando a punto estuve de acometer el ansiado jaque mate, escuché a alguien llamarme con insistencia. En momentos cuando mis alucinaciones me perdían, era la voz de Inger quien con su ternura me rescataba de… entre las penumbras; aquel extraviado lugar, llamado caos.

Arribé a Passau para participar en el campeonato del mundo de ajedrez, el “match del siglo”, y de inmediato sentí mi renacer. La ciudad de los tres ríos me acogió en su cauce. Mis sueños deshilachados junto a lo que había creído merecer fluían en esas aguas. Me maravillé, su belleza dependía tan poco de los recuerdos, ya fueran míos o históricos; la ciudad parecía renacer cada mañana. Todavía, cuando nostálgicamente vuelvo el rostro, puedo observar algunas de las viejas tabernas a donde concurrí en mi adolescencia en estado de embriaguez, y me atrajeron con su lindura desposeída los vicios carnales.

Esta vez me instalé en casa de Emanuek Lasker, iniciado como yo en el ajedrez, aunque él instruido por su padre quien lo fogueó al llevarlo a los cafés donde ganaba dinero apostando en sus partidas. El estilo Lasker es enojosamente seco, aun así, vale la pena verlo y dejar sentado en los hechos sus grandiosos gambitos. Entre sus movimientos se olfatea la hilera de tardes donde atado de la cintura por el lazo ceñido por su progenitor, el padre se bebía en cerveza de trigo, las monedas ganadas mientras el hijo con furia mordía hasta al más audaz contrincante.

Sentado ante el tablero, en una exhibición en un club de ajedrecistas, me han tocado las piezas negras, recurrentes en mis pesadillas. A lo lejos veo a un grupo de estudiantes y pienso en el camino recorrido por la intimidad de otras épocas. De repente, siento unos dedos descansar en mi hombro, me extienden la portada de un libro de ajedrez, Juicio y planteamiento de Max Euwe, y me piden un autógrafo. La mujer es hermosa, aunque aún adolescente. No sé si sea prudente invitarla a coger. Firmo el libro y se retira. Mi contrincante, Gari Kasparov, se impacienta. Percibo en esos sus ojos capaces de divisar el fondo del alma, la urgencia por expresarse en el juego. Bruscamente él se halló en medio de un inmenso campo de batalla, donde había que hacer frente en todas direcciones. Gano la partida con el desarrollo de la defensa holandesa, eminentemente agresiva. No soporto el engreimiento de los grandes maestros rusos como al bebedor de Sibirskaya, Alexander Alékhine.

Ligero me retiro de allí, la mujer del autógrafo me guiña el ojo. Él seguía sentado, alta la cabeza, girándole los ojos similares a constelaciones desorbitadas en el universo del tablero.

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Solo tendía a soltarme en diarios personales. Escribí para un público por primera vez gracias a un servicio social de fomento a la lectura llamado Tertulia literaria. Luego lo dejé tres años hasta que me incorporé a dos talleres durante la pandemia: Sor sugar y Abismos. RCA: ¿Qué te motiva a escribir? A veces no logro comprender algún tema o momento por el cual atravieso. No entiendo muchas situaciones, mucho menos a mí misma. Escribir me sirve como un medio para canalizar y acercarme a mis emociones. Pienso qué es lo peor que podría pasar en alguna situación y de ahí parto. También los memes o algún video en TikTok. RCA: ¿Cuáles son los temas y los autores que te inspiran? Me gusta el terror, lo místico, la muerte y el sueño. Admiro mucho a Mónica Ojeda, a Emily Brontë, a Emily Dickinson y a Julio Cortázar; también disfruto a Elena Garro, a Sylvia Plath y a Juan Vicente Melo. El hambre, el suicidio y la desolación me llaman la atención de sus escritos. 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Quizás, hablará de manera pausada y te recalcará en cada oración que “la combinación de tus cartas es muy interesante”. Solo procura no frecuentarlo muy seguido, terminarás pagando las cervezas también. Tampoco frunciré el ceño si me dices que comenzaste leyendo el horóscopo del periódico vespertino, menos si priorizaste el de tu pareja sobre el tuyo. Así inició la chica que tiene cita hoy a las seis. Y por fin, después de meses en la lista de espera, ya le toca. Se llama Regina. Aparenta unos veintidós, pero ya pasa de los treinta. Tengo entendido que trabajó en Presidencia varios años. Llegó aquí con una carga energética muy pesada. A simple vista, parecía una persona limpia. El perfume de la mañana la perseguía hasta la hora de fumar, sin embargo, había detalles que la delataban. El cabello, muy bien peinado, tenía orzuela. La camisa blanca que usaba, en lugar de iluminarle el rostro le contrastaba las ojeras. Yo creo que le pesaban tanto que ni la mirada podía despegar del suelo. Tenía las uñas disparejas: unas rotas, las de los pulgares mordidas, algunas con restos de esmalte. En la primera visita me tocó darle el recorrido por las instalaciones. Le mostré las salas de meditación. Como era marzo, estaban pintadas las paredes de naranja. La terraza apenas la estaban acondicionando, solo pudo observar cómo las macetas de malvas resistían al polvo de las obras. Vio los cuartos en silencio, hizo unas cuantas preguntas sobre el procedimiento y cada que salíamos de una habitación, empujaba con la mano abierta las puertas de madera, como si tratara de asegurar que las puertas estuvieran bien cerradas. En ese entonces los baños del segundo edificio ya estaban acondicionados. Creo que no te lo he comentado, pero esas tinas fueron restauradas por el hijo de Socorro, la hermana de la dueña. Él mismo las consiguió de varias casas abandonadas, en su trabajo no les importó. El muchacho tenía un amontonadero de porcelana en la cochera y conforme iba reparando las piezas fue trayéndolas de una en una hasta acomodarlas en los cuartos rojos. Como has visto, en el edificio no hay muchas puertas. Las habitaciones se conectan y es muy fácil apreciar lo que hace el vecino. Una tiene que aprender a que se le quite lo fisgón si desea pasar por ahí. El único baño que tiene la privacidad necesaria es el último, el que tiene la tina en forma de corazón. Se había planeado que también fuera rojo, sin embargo, los materiales no alcanzaron. Mandaron comprar el material que se necesitaba, pero el muchacho del encargo se confundió y trajo los materiales en rosa. Al menos combina, además sirve de pretexto para elevar un poco el precio del paquete. Aunque, he de confesar que es un poco más difícil de limpiar. Por eso siempre huele a cloro. Regina lo notó. Acababa de explicarle los diferentes métodos que utilizamos para garantizar un descanso seguro en cuerpo y alma. Le iba a pasar un folleto que contenía las etapas y reglas de las habitaciones cuando decidió ignorarme. Atravesó tres cuartos, sin preguntar se dirigió al baño rosa. Tocó la puerta con la palma extendida, esperó a que estuviera atrás de ella y abrió la puerta: “Quiero sanar aquí”. Dijo y pagó un adelanto.